TRABAJADORES Y TAMBIÉN ACCIONISTAS: ¿TIENE SENTIDO?
Acabamos de cerrar una jornada de arbela con el título “Claves para potenciar la participación de los empleados en el capital de la empresa”. El título deja muy claro de qué iba el encuentro.
Hemos contado con la Asociación de Amigos de Arizmendiarrieta, en las personas de José Luis Jiménez Brea y Martín Múgica, que nos han comentado sus investigaciones y experiencias en este campo. Tras ellos Jon Kepa Idoiaga, de Industrias Lebario nos ha ayudado a “tocar” cómo se lo está planteando una empresa concreta.
Todos han resaltado la idea de proceso y de cambio de modelo. No se trata simplemente de abrir la propiedad a los empleados sino de una transformación mucho más profunda en la que las personas de la empresa participen en la información, la gestión y los resultados de la empresa y, de forma natural, también en el capital.
Ya hemos hablado infinidad de veces de la importancia de la participación no sólo desde un punto de vista humanista sino apelando también al efecto que tiene sobre la competitividad de las empresas. Mediante la participación y la orientación de todas las personas al cliente se libera un inmenso potencial de creatividad y capacidades relacionales que permanecía durmiente en la empresa. ¡¡Qué mejor manera de mejorar nuestra organización y competir!!
Ahora bien, ¿es conveniente que la participación se extienda también al capital de la empresa?; ¿es necesario o imprescindible?; ¿es posible?; ¿qué condiciones tienen que darse?
Martín nos decía que los trabajadores suelen entrar el capital social de la empresa por dos razones: por crisis o por deseo. En el caso de crisis es recurrente la mención a las cooperativas o sociedades laborales que se crean cuando se liquida una empresa y los trabajadores adquieren los activos para intentar reflotar la actividad; pero también se produce en el caso de empresas familiares cuando existe una crisis en la familia y no ven otra salida que venderle la empresa a los trabajadores. Pero en la jornada queríamos centrarnos en la otra situación: ¿qué hacer cuando se quiere dar entrada a todas las personas en el capital de la empresa?
El entorno legal y fiscal no lo favorece. En ese sentido los Amigos de Arizmendiarrieta acaban de publicar un libro que nos da claves muy prácticas para hacerlo de la manera menos costosa y más razonable posible.
Sin embargo, como nos ha dejado muy claro Jon Kepa, la pregunta clave es ¿por qué van a querer las personas de la empresa ser también accionistas? ¿Es eso una fuente de motivación que les sentirse más partícipes de la empresa y comprometidos con ella? ¿Por qué?
La respuesta no es sencilla. Hoy en día tener acciones de una pyme no es ninguna bicoca. Muy pocas reparten dividendos y si las quieres vender, ¿a quién?. Comprar unas acciones de tu empresa (o recibirlas como remuneración por parte de la empresa) no es ninguna golosina y puede tener efectos fiscales negativos.
Podemos encontrar motivaciones si realmente los trabajadores adquieren el “control” del Consejo de Administración o pueden tener minorías bloqueantes ante intentos de liquidar la empresa o de cambios de rumbo que pueden destruir el empleo o empeorar las condiciones laborales. Otra posible motivación es que las acciones constituyan una especie de “fondo de pensiones” que los empleados puedan recuperar al jubilarse.
En todo caso, no parece muy sencillo “vender” esto a las personas de la empresa y, aunque teóricamente pueda parecer que participar en el capital es el culmen de los modelos de empresa participativos, en la práctica debemos generar las condiciones para que las personas encuentren un sentido claro a este movimiento.
Para terminar, me quedo con algo que ha dicho José Luis muy al principio. Euskadi es insignificante en el mundo. Sólo podemos ser significativos si somos paradigma de algo. ¿De qué podemos ser? De la buena cocina, claro. Pero en el ámbito empresarial podemos anclarnos en nuestra tradición cooperativa y de sociedades laborales e intentar ser paradigma de unos modelos empresariales mucho más INCLUSIVOS, una manera de entender la empresa en la que ninguna de las partes (clientes, propietarios, empleados, dirección…) extraiga de ella unas plusvalías desequilibradas con el resto y que permita sentir que todas están implicadas en un proyecto compartido de empresa.
Ojalá sea así. Mucho mejor nos iría.